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domingo, 18 de noviembre de 2007

ELIZABETH: LA EDAD DE ORO (Elizabeth: The Golden Age)

Dirección: Shekhar Kapur.
Países:
Reino Unido y Francia.
Año: 2007.
Duración: 114 min.
Género: Drama.
Interpretación: Cate Blanchett (Elizabeth I de Inglaterra), Geoffrey Rush (sir Francis Walsingham), Clive Owen (sir Walter Raleigh), Abbie Cornish (Bess Throckmorton), Samantha Morton (María Estuardo), Jordi Mollà (Felipe II), Rhys Ifans (Robert Reston).
Guión: William Nicholson y Michael Hirst.
Producción: Tim Bevan, Eric Fellner y Jonathan Cavendish.
Música: Craig Armstrong y A.R. Rahman.
Fotografía:
Remi Adefarasin.
Montaje: Jill Bilcock.
Diseño de producción: Guy Hendrix Dyas.
Vestuario: Alexandra Byrne.
Estreno en Reino Unido: 2 Nov. 2007.
Estreno en España: 9 Noviembre 2007.

La reina Elizabeth I de Inglaterra (Cate Blanchett) debe enfrentarse a la traición en el seno de su familia y a sangrientas tentativas de apoderarse de su trono. Elizabeth es consciente del cambio religioso iniciado en el siglo XVI en Europa, y el poderoso rey español Felipe II (Jordi Mollà) está decidido a restaurar el catolicismo en Inglaterra con la ayuda de su ejército y su invicta armada. Mientras la reina estudia cuál es su mejor opción en el extranjero, su consejero de confianza, sir Francis Walsingham (Geoffrey Rush), sigue manipulando a la Corte con maestría y trabajando para consolidar la monarquía absoluta. Gracias a su complicada red de espías, Walsingham descubre un complot de asesinato para hacerse con el trono. Al desenmascarar a los traidores, entre los que parece estar la prima de Elizabeth, María Estuardo (Samantha Morton), el fiel consejero no sabe que acaba de dar comienzo al declive de Inglaterra.

 

CRÍTICA por Miguel A. Delgadoimages-11

Hablar de rigor histórico en el cine suele tratarse más bien de una cuestión de relajación de las exigencias que de verdaderamente ceñirse a lo que los expertos afirman que sucedió en un momento concreto. Ni siquiera un creador como Stanley Kubrick, famoso por su obsesión por el detalle real, pudo librarse (por ejemplo, en “Espartaco”) de la necesidad de dotar a sus películas con una estructura dramática para que funcionasen como tales, añadiendo invenciones y forzando situaciones que, seguramente, nunca sucedieron como se nos relatan. O, por citar un ejemplo más reciente, las protestas de diversos colectivos por lo que consideran falseamiento de la realidad de lo que fue la cultura maya en "Apocalypto" no impiden que, como cinta, como unidad dramática, funcione con la eficacia de un reloj.elizabeth1

Aunque no puedo afirmarlo por carecer de conocimientos en ese sentido, estoy totalmente seguro de que la primera “Elizabeth” de Shekhar Kapur debía de estar repleta de errores históricos al relatar la forma en la que la joven reina accedió al trono. Eso no fue óbice para que la crítica no la alabara con entusiasmo, algo que no parece haberse repetido con su tardía secuela, pues ha recibido los principales aguijonazos por el lado histórico, tanto en el Reino Unido —entre otras cosas, por la excesiva juventud de Cate Blanchett frente a la verdadera edad que la reina Isabel tenía en la época de la Armada Invencible— como en España —en este caso, por el retrato caricaturesco de Felipe II—.

  Sin embargo, lo que habría que plantearse es: ¿funciona esta caracterización en el conjunto de la obra? Lo cierto es que, desde esta perspectiva, no, porque el presentarnos al español como poco menos que un lunático, gran parte de su potencia como enemigo se diluye: si a una Elizabeth digna, flemática y poderosa se le enfrenta un rival ridículo, con voz aflautada y desgarbado, la potencia dramática del enfrentamiento se desactiva (algo que aprendieron muy bien Frank Miller primero, y Zack Snyder después, a la hora de enfrentarse a la batalla de las Termópilas: nada mejor que convertir a Jerjes y los persas en poco menos que seres desmesurados y demoníacos para así otorgar grandeza a la victoria de los espartanos de Leónidas). De hecho, esa parte es la más floja de la película, pero no por fiel al relato histórico o no, sino por su falta de encaje en el sentido último de la cinta.

  Lo que sucede es que, en realidad y como sucedía en la primera, no es ésa la pretensión del relato. En donde la película se eleva es en su núcleo central, en el enfrentamiento entre las contradicciones internas de una soberana condenada a la soledad por las obligaciones de su cargo, y que muy en el fondo de la parafernalia de la corte y sus intrigas sigue siendo una mujer de carne y hueso. Es en ese contexto en el que la cinta brilla en todo su esplendor, algo que se relaciona, una vez más, con la extraordinaria interpretación de una Cate Blanchett que vuelve a demostrar por qué es una de las mejores actrices de su generación, y que sabe dotar a su personaje de una madurez que le insufla una vida que le aleja del estereotipo o el mero disfraz.

Secundada de nuevo por un magnífico Geoffrey Rush y una espléndida Samantha Morton en el papel de María Estuardo (que aprovecha al máximo la única escena verdaderamente fuerte que le reserva el guión), y con un Clive Owen que cumple como el pirata Walter Raleigh (en lo que quizá sea la mayor licencia histórica de toda la cinta), “Elizabeth: La Edad de Oro” puede que no sea un título adecuado para proyectarlo en una clase de Historia; pero es, desde luego, un eficaz artefacto narrativo en el que se nos relata la lucha interior de una mujer a la que en ocasiones la corona pesa de manera insoportable. Queda en manos del espectador decidir a qué carta prefiere quedarse, y cuáles son sus principales intereses.

 

Via LA BUTACA - Estrenos de Cine

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